miércoles, 22 de julio de 2009

La muerte es la hermana del sueño

Hace un rato estaba aquí. Lo vi perfectamente. Era un ser oscuro, alto y sin rostro. Me acarició la cara con su mano gélida hasta hacerme estremecer. Quise preguntarle algo que parecía haber llevado en el alma desde hacía muchos años... Oh, ni siquiera soy capaz de recordarlo; ni siquiera sé si de veras quería hacerle alguna pregunta o si más bien el cerebro me ha jugado una mala pasada. Pero ahora ya no está. Me pregunto si volverá.

Tenía los dedos engarrotados, la frente sudorosa, los labios azules; respiraba con dificultad. Desde que me tocó, siento un gran alivio. La última enfermera que pasó junto a la cama me miró con lástima. Debo de presentar un aspecto lamentable. Casi agradezco no tener un espejo a mano.

Apenas recuerdo qué fue lo que me trajo a este sitio. No hace ni media hora que me acosté. Recuerdo que le di un beso a mi esposa. Ella rió y se dio la vuelta, cubriéndose con la manta. Tuve entonces un sueño nebuloso, con el ser esbelto y vestido de negro como protagonista. Me había tomado de la mano a través de una casa en ruinas. Dijo que era la mía. Los pasillos se sucedían; las estancias, iguales unas a otras en su desolación y abandono, iban pasando ante mis ojos. Nunca llegaba a la salida. Sentí pánico.

Al abrir los ojos, sobresaltado por esa sensación de infinita repetición, me encontré inmóvil, atrapado en esta cama. Todo era blanco: el techo, las luces, las paredes. Había gente parloteando a mi alrededor. Trataban de hablar en susurros, pero escuché perfectamente que se referían a mí. El coche había resbalado al tomar la curva; el árbol junto al camino; una mujer muerta y un hombre con el espinazo quebrado, moribundo. Junto a ellos estaba esa figura tenebrosa. No participaba de la charla; más bien parecía que nadie se daba cuenta de su presencia. Era como un fantasma cuyos contornos se difuminaban con el fondo. Fue entonces cuando me alteré, y cuando él me puso la mano en la frente.

El tiempo pasa; no sabría explicar las razones que me mueven a creerlo así, pero siento que a mi alrededor todo cambia, aunque parezca que estoy suspendido en un presente eterno. Rostros distintos se suceden junto a la cabecera de la cama. Lo peor es que no reconozco sus rasgos. Durante un minuto he parpadeado y me he quedado dormido. En ese instante, he creído vislumbrar las paredes de mi cuarto. Apenas había visto un hombro de mi mujer, que sigue durmiendo, ajena a todo, cuando he despertado. El corazón casi me da un vuelco.

Estaba atado a un poste. A mis pies ardía leña húmeda, formando un humo asfixiante. Sin duda era un sueño. Grité como loco, con la garganta del alma, y regresé al lecho, donde los físicos me sangraban el brazo con gordas sanguijuelas. En un último estertor he sacudido a esos repugnantes animales de mi cuerpo.

Vuelvo a estar en el hospital. No sé cuánto tiempo ha pasado ¿desde cuando? Ignoro hasta la fecha en que me encuentro. Trato de recordar mi nombre, pero miles de palabras en distintos idiomas se atropellan en mi mente. No quiero volver a cerrar los ojos. Sé que regresarán las pesadillas.

Echo de menos al hombre de negro. No sé si es amigo o enemigo, pero cuando él está presente me encuentro mejor.

Noto sus pasos quedos en el pasillo. Una vez más me vence el sueño. Qué frío hace en este lugar. Mi cabeza reposa sobre un mullido cabecero, pero la tela del forro está descolorida, y rota en algunas partes. Sumido en la más absoluta oscuridad, húmedo y helado, siento que no se está del todo mal. Si no fuera por el silencio... He aprendido que basta una férrea voluntad para abrir los ojos cuando no te agradan las visiones. Ahora mismo he puesto en práctica mi recién adquirida aptitud. El viento sacude las frondas del bosque, la rama de donde pende mi cuerpo y hasta mis cabellos. Es curioso que los niños hayan elegido este lugar para entretenerse con sus juegos. Recogen flores y se ríen; de vez en cuando levantan la cabeza hacia lo alto y me miran. Uno grita: "esqueleto", y los demás se dispersan entre los árboles, como hadas bailarinas.

Tengo que despertar. La tierra tiembla bajo mis pies. ¿Por qué no puedo despertar? El bramido del centro del planeta, conmovido por su propia furia, me devuelve como respuesta en eco, una risa brutal. La casa se desmorona y con ella cae mi última esperanza. Sí, abro los ojos, pero es el sol abrasador del desierto mordiendo mis carnes putrefactas lo que me encuentro. El hombre de negro me toca el hombro. "Duerme", dice, y yo niego. "¡Duerme!". Mis ojos se cierran...

Deja que la muerte te domine, ya que al fin y al cabo solo vivimos para ello.

lunes, 13 de julio de 2009

1er tema del dia

Hoy comenzamos, ¿como no? con el primer tema del día, de la semana, y como pueden ver, del blog; como no se que escribir, he de excusarme con la razón de que me acabo de levantar, si señores, me levanto y lo primero que hago es estrenar el blog por ustedes y para ustedes, así comienza esto, algún día este blog llegara a liderar el mundo, sus mentes, y sus actividades; bueno esto es todo, para la próxima ocasión intentare escribir mucho más y no dar una muestra de escritura tan paupérrima como la que hago en este momento; Se despide mi persona, de tu persona, de la persona que esta detrás de ti, y de las que te rodean, hasta la próxima ocasión.


Porque en vida ayudo a salvar a muchos, que a la final terminaron muertos, secuestrados o trabajando en una estación de servicio comunitaria; a mi parecer creo que dejarlo morir fue lo mejor.